Crisis política, jurídica, social y académica del debido proceso

Existen dos patologías que conllevan casi de manera congénita el Derecho y que no lo dejan avanzar a la velocidad que los tiempos y que la sociedad requiere: La costumbre de transitar sobre un camino ya recorrido; y la inveterada costumbre de colgarse del saco de la fama de algún jurista para ingresar en el cenáculo de las grandes publicaciones. Este texto, es una feliz excepción a este diagnóstico. Y este sólo hecho ya es suficiente para ponderar el valor de lo que encierran sus páginas: un mensaje y propósito diferente. Está inmunizado desde el momento que ingresa en puntillas de pie a los talleres editoriales. A lo mejor, podría cuestionarse esta afirmación por la cercanía profesional y humana que une a los autores. Por ello, intentarán desvirtuar cualquier asomo de duda, primero en estas cortas líneas y, luego, el texto mismo con su contenido.El debido proceso debe ser uno de los términos más gastados del planeta jurídico. Usado hasta el hartazgo como si se tratara de una panacea perfecta, ha ido perdiendo crédito en la ciudadanía justamente por ser recurrencia excesiva. Gritada por la feligresía abogadil en todo tipo de situaciones, ha tenido como corolario lógico que ha perdido fuerza como baluarte de un Estado Constitucional de Derecho. Discusiones circulares sobre el mismo han determinado que se haya erosionado su investidura como derecho fundamental continente de otros derechos fundamentales.